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—Tengo algo que proponerte —dijo Carlos y mete la mano en el
bolsillo derecho de su pantalón.
Sofía mira a la distancia y hace una señal a dos hombres que
se encontraban a algunos metros de la pareja. Estos corren asta ellos y sujeta
a Carlos y lo arrastran en medio de un forcejeo hacia una vagoneta cercana, lo
esbozan y echado dentro del vehículo. La mujer sube con el joven y da
instrucciones a los dos hombres para que salgan rápido del estacionamiento.
—No te entiendo —dijo Carlos al comprender lo que pasaba—.
No soy rico, mi familia es de clase media. ¿Qué esperas conseguir con esto?
—Mañana, como a las nueve llegará a las oficinas el dinero en
efectivo con el que pagaran los aguinaldos a los empleados, son más de tres mil
—dijo Sofía, indiferente—. Deben ser millones, en diez cajas de cartón. Todas
se depositarán en la bodega de la empresa y después trasporte ese dinero a las
oficinas del pagador… Lo que harás es retirar el efectivo, y en lugar de
llevarlo a tu jefe, lo traerían al estacionamiento, para colocarlo en esta
camioneta y nosotros lo tomaremos.
—Sí, es mucho dinero, pero son paquetes grandes, no será
fácil cargarlos y llevarlos al estacionamiento —aclaró Carlos.
—Por eso te queremos a ti —dijo Sofía—. Tú te encargarás de
acompañar a mis amigos a sacar esos paquetes sin levantar sospechas.
—En realidad pensé que tú estabas enamorada de mí —dijo el
joven tratando de evitar una riza cínica—. Soy un iluso.
—Sí, en estos tres meses que estuvimos juntos, lograste
hacerme sentir bien… Pero el dinero es el dinero.
Esa noche Carlos durmió semidesnudo en un baño cerrado,
esposado y no le dieron nada de comer. En la mañana, se bañó y afeitó. Le
entregaron su ropa y hizo una llamada a la empresa para reportar que llegaría
tarde. Para las nueve en punto salieron
los cuatro en la vagoneta.
Ya en la empresa, el vehículo entro sin dificultad al estacionamiento
subterráneo y Carlos y los dos hombres, ya vestidos de guardia de seguridad, se
dirigieron a la bodega. El joven saludos a los dos encargados, firmo unos
papeles, como cada año, y los guardias colocaron las cajas en un carrito de
carga y las llevaron al elevador. Lo único que varió es que esta operación
ocurrió media hora antes.
En el estacionamiento, los dos guardias pasaron el dinero a
la camioneta rápido. Sofía se aproximaba a Carlos.
—Lamento hacer esto —dijo Sabía a Carlos mientras sacaba una
pequeña pistola de su bolsa—. En realidad, me gustabas… Pero no podemos dejarte
con vida.
Él comprendió lo que estaba a punto de pasar. Le dio un
empujón a la mujer, la cual se desplomó de espaldas y el joven corrió. Pero no
lo hizo a unas escaleras cercanas, lo cual le hubiera permitido escapar, sino
hacia un botón de emergencia. Lo presionó y de inmediato una sirena estridente
se impuso. Carlo, entonces, trató de llegar a las escaleras, pero fue alcanzado
por las balas de Sofía, que disparó en dos ocasiones. Carlos cayó al piso y
perdió en conocimiento despacio. Logró escuchar los gritos de los hombres y de
Ella, y el rechinido de las llantas de la furgoneta al tratar de escapar.
Caros despertó en el hospital, desde su llegada, hasta que
lo dieron de alta, estuvo acompañado por su familia. Lo visitó al policía y sus
compañeros de trabajo. Le informaron que los tres ladrones fueron arrestados y
el dinero había sido recuperado.
El día que dieron de alta a Carlos, mientras se vestía,
encontró en el bolsillo derecho de su pantalón, una pequeña caja aterciopelada
y negra de una joya. La tomo extrañado y la abrió. Recordó que el anillo de
matrimonio, que había comparado el sábado por la mañana, pensaba entregárselo a
Sofía la noche del domingo, después de cenar, en el estacionamiento amplio. Y
sonrió con cinismo al momento de devolverlo a la bolsa del pantalón.
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Comentarios
Dicen que el amor es ciego. A veces, además de ciego acorta la vida.
ResponderBorrarUn amor bueno, no acorta la vida. Es el sufrimiento que en ocasiones acarrea el amor lo que nos afecta.
ResponderBorrar