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En ocasiones aferrarse a Sentimientos de venganza conduce a mayor sufrimiento, es el perdón la clave
para llevar una vida plena, pero este tiene que ser sincero y así sea efectivo.
En muchas ocasiones guardo los recuerdos de
las ofensas y la sensación de odio hacia los agresores. Pero esto me había
afectado, los sentimientos negativos, por momentos, me invadían. Cada vez que
se piensa en la venganza, o la injusticia que nos han hecho, la herida en el
alma duele, porque recordamos el daño y el recuerdo del sufrimiento te lleva a
sentirlo de nuevo. El concepto de perdón surgió en la psicología en los años 70
del siglo pasado, pero se reafirmó en la década de los 90, cuando ya empezó a
aparecer en las terapias.
Esto no significa que olvides las ofensas o
que abandones la búsqueda de la justicia ni de dejar de defender tus derechos.
Solo se trata de no buscar en ello un desahogo emocional y, por lo tanto, de
tener pensamientos que te afectan, que implique que la búsqueda de la justicia
se convierta en el centro de tus acciones y que dificulte tu avance en otros de
tus intereses u objetivos.
¿Qué pasa cuando nos aferramos
a las ofensas?
La única manera de evitar el sufrimiento por
los resentimientos es eliminar los deseos de venganza. Al pensar en las
represalias se activa en nuestro cerebro y el cuerpo el sistema de pelea, se
liberan hormonas que tensan los músculos y que nublan los pensamientos y nos
hacen actuar con frustración y cólera. Lo que daña el cuerpo y nuestra mente.
Si queremos tener paz, hay que dejar los pensamientos voluntarios de venganza
hacia quién te ofendió.
Al guardar resentimientos mantiene el
sufrimiento personal y, por lo tanto, a una constante alteración emocional y
nos coloca en una situación de desventaja y desgaste físico.
¿Qué es el perdón?
Es cambiar los pensamientos negativos de
venganza, por meditaciones más relajantes aclarará nuestra mente y nos
permitirá actuar con más seguridad.
Perdonar no encierra que cesen los
pensamientos negativos y que se trate de olvidar la agresión, sino que incluye
la realización de actividades positivas. Esto último representa un reto. Es
preciso olvidar las conductas destructivas; dejar de pensar de manera emocional
en algo que nos daña, que lo único que consigue es incrementar la frecuencia.
En consecuencia, para perdonar, lo primero es cambiar la actitud, dejar de
pensar en las ofensas y tratar de restarle importancia a las agresiones y
concentrarte en alejarte de esa situación.
Perdonar es una conducta de libre elección,
de compromiso y determinación, que es quitarle las emociones negativas a los
recuerdos de las agresiones y que ese pensamiento no estén unidos a
sentimientos de venganza.
¿Qué no es el perdón?
El perdón no incluye el olvido. Perdonar o
disculparse son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la
otra persona. Sin embargo, la reconciliación es un proceso de dos. Por ejemplo,
el perdón no supondrá nunca restaurar la relación con alguien que con mucha
probabilidad pueda volver a hacer daño.
El perdón no implica olvidar lo que ha
pasado. El olvido es un proceso involuntario que se irá dando, o no, en el
tiempo. Solamente implica el cambio de conductas destructivas a positivas hacia
el ofensor. Hay ideas erróneas asociadas con el perdón, como que si se perdona
no se debe acordar o sentirse enfadado por lo ocurrido. Recordar algo es un
proceso automático que responde a estímulos que se pueden encontrar en
cualquier parte y los sentimientos que se tienen no se pueden modificar
voluntariamente, las respuestas que damos cuando tenemos esos sentimientos sí
pueden llegar a ser voluntarias. El perdón no supone justificar la ofensa que
se ha recibido ni minimizarla. La valoración del hecho será siempre negativa e
injustificable, aunque no se busque justicia o se desee venganza.
¿Cómo perdonar?
El perdón del que se trata tampoco supone
obligatoriamente levantar la pena al ofensor y que no sufra las consecuencias
de sus actos. Para que se dé la reconciliación es preciso que el ofensor
realice una restitución del daño que ha causado o cumpla la pena que la
sociedad le imponga. El perdón consiste en que el que perdona deja de buscar
activamente que se haga justicia y es parco en las consecuencias que busca y,
sobre todo, no intenta obtener una descarga emocional junto con la justicia.
Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica
una elección, sino una opción basada en los valores de la persona. Hay que
tener en cuenta que se trata de valores como los define la terapia de
aceptación y compromiso, es decir, como consecuencias deseadas a muy largo
plazo. Cuando hemos dejado a un lado esos valores para centrarnos en la
venganza pueden estar afectadas otras áreas de nuestra vida. Es en los valores
afectados por la concentración en vengarnos en los que tenemos que encontrar
los motivos para elegir perdonar.
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