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Durante décadas los científicos pensaban que cada individuo nacía con un número predeterminado de células en algunos tejidos y que estas no podían dividirse. Entre estas se encontraban las células musculares y las nerviosas, las cuales disminuían en cantidad según pasaban los años. volviendo mas eficientes a las células restantes. Pero en la década de 1990, esta antigua idea tuvo que ser descartada.
La idea de que el sistema nervioso no producía nuevas neuronas durante la vida adulta se remonta a principios del siglo pasado. Pero las pruebas que surgieron durante la década de 1990 se fueron acumulando hasta demostrar hasta demostrar que células del cerebro, no especializadas se transformaban en distintos tipos de neuronas para sustituir la células nerviosas perdidas.
En el hipocampo se producen nuevas células nerviosas a partir de células madre neurales. Posiblemente, estas células recién formadas desempeñan un papel importante en los procesos de aprendizaje y memoria.
La aparición de nuevas células madre neurales puede ser estimulada por la actividad intelectual y el ejercicio moderado o intenso. La neurogénesis adulta que se produce en el hipocampo puede prevenir la pérdida intelectual y garantizar un buen funcionamiento de la cognición.
Los resultados obtenidos en los primeros experimentos, dieron algunos resultados sorprendentes, como que el ejercicio podía estimular el nacimiento de neuronas. En un sorprendente experimento, los científicos demostraron que colocando una rueda para correr en la jaula de ratones de laboratorio, estos se ejercitaban y eran capaces de generar nuevas neuronas en la zona del hipocampo, relacionada con la memoria. Desde entonces, han surgido nuevas pruebas de que el ejercicio tiene efectos positivos en el cerebro, sobre todo en la vejez, evitando problemas como la enfermedad de Alzheimer.
La actividad física mejora el funcionamiento de nuestros órganos, pero los efectos están relacionados con la mejora de la condición física y no con otras actividades. Por ejemplo, cuando caminamos o corremos, nuestros músculos necesitan más oxígeno y el cuerpo responde agrandando el corazón y creando nuevos vasos sanguíneos. Estos cambios físicos pueden a su vez mejorar nuestra resistencia. Pero también mejoran nuestra memoria, en el hipocampo, y nuestra capacidad de decisión, en el córtex frontal.
¿CÓMO SURGIÓ ESTA RELACIÓN ENTRE EL EJERCICIO AERÓBICO Y LA COGNICIÓN?
Los expertos lo relacionan con nuestro proceso evolutivo, cuando nuestros antepasados dejaron de ser cuadrúpedos para convertirse en bípedos, hace unos 6 o 7 mil millones de años. La actividad de moverse sobre dos piernas daba más actividad a su cerebro, en aquella época, de hecho, mantener el equilibrio y coordinar el movimiento de las piernas exigía mucho esfuerzo a nuestro cerebro. A la larga, esta postura acabó favoreciendo a los que utilizaban mejor su inteligencia.
La actividad de los cazadores y recolectores, que se hizo necesaria cuando el clima se volvió más frío y desaparecieron los bosques, les obligó a recorrer mayores extensiones de terreno, lo que supuso un mayor esfuerzo para el cerebro de nuestros antepasados. En aquella época tenían que reconocer el paisaje, tener buena memoria para recordar dónde estaban los lugares de agua y dónde pastaban los animales para cazar.
La inteligencia y la caza les llevó a crear herramientas y les exigió un gran esfuerzo físico para perseguir a sus presas a largas distancias. En esos momentos, no solo tenían que controlar su equilibrio y el movimiento de sus piernas, sino que también debían reconocer el paisaje y recordar cómo volver con el resto de la tribu.
¿CÓMO SE RELACIONA EL ESFUERZO FÍSICO CON LA CAPACIDAD COGNITIVA?
En los años 90 se demostró que, en ratones, correr aumenta el nacimiento de neuronas en el hipocampo, y descubrieron que este proceso estaba relacionado con las proteínas BDNF. Estas proteínas, que se producen en todo el cuerpo y el cerebro, promueven el crecimiento y la supervivencia de nuevas neuronas. A continuación, demostraron que este aumento de las neuronas incrementa la capacidad de memoria en los roedores. Los resultados fueron muy positivos, e inmediatamente pensaron en los problemas de Alzheimer.
Luego demostraron que, en los seres humanos, el ejercicio aeróbico induce la producción de BDNF y aumenta la estructura (tamaño y conectividad) de algunas zonas fundamentales del cerebro, incluido el hipocampo.
Un estudio con 7.000 personas demostró que los individuos que pasaban más tiempo haciendo ejercicio moderado o vigoroso tenían un hipocampo más grande. También se ha encontrado una clara relación entre el ejercicio aeróbico y la mejora de algunas partes del cerebro, como la expansión de la corteza prefrontal. Esto aumenta las funciones cognitivas ejecutivas, que intervienen en la planificación, la toma de decisiones y la multitarea.
EL EJERCICIO Y EL PENSAMIENTO
Cada vez son más los investigadores que creen que un ejercicio que estimule la cognición beneficiará más al cerebro que uno que no tenga exigencias cognitivas. Para ello compararon dos grupos, midiendo la supervivencia de nuevas neuronas en el hipocampo de ratones, uno que solo hacía ejercicio, y otro que además del ejercicio se enfrentaba a problemas de inteligencia y memoria.
Descubrieron un efecto acumulativo: el ejercicio por sí solo era bueno para el hipocampo, pero cuando se combinaba con tareas cognitivas en un entorno estimulante, el resultado era aún mejor y daba lugar a más neuronas nuevas. Utilizar el cerebro durante y después del ejercicio parecía desencadenar una mayor supervivencia neuronal.
El ejercicio es bueno, pero hacerlo mientras nos enfrentamos a dificultades cognitivas puede ser de gran ayuda para nuestra inteligencia y nuestro cerebro.
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